Mejorar la estabilidad térmica de los fósforos es crucial para extender la vida útil de los LED, lo cual se logra principalmente mediante la modificación de materiales y la optimización del proceso.
En cuanto a los materiales, emplear un diseño de estructura núcleo-capa, como recubrir las partículas de fósforo con SiO₂ o Al₂O₃, puede aislarlas eficazmente de la oxidación a altas temperaturas. La dopaje con iones de tierras raras (por ejemplo, dopaje con Ce³⁺ en nitruros) puede mejorar la estabilidad de la red cristalina, permitiendo que el luminóforo mantenga más del 90% de eficiencia incluso a 150℃.
En términos de proceso, optimizar las condiciones de sinterización es primordial. Usar un método de sinterización con calentamiento gradual, controlando la velocidad de calentamiento a 5℃/min, evita las microfisuras causadas por la rápida expansión y contracción térmica. Para los fósforos YAG, agregar un fundente apropiado (por ejemplo, BaF₂) puede disminuir la temperatura de sinterización y reducir los defectos de la red cristalina. En la etapa de encapsulación, seleccionar silicona de alta conductividad térmica (conductividad térmica >1.5W/m·K) y agregar rellenos nano-alúmina conductores de calor puede reducir la temperatura de trabajo del fósforo en 30-50℃.
Los nuevos fósforos de nitruro (como β-sialon) poseen inherentemente una excelente estabilidad térmica, exhibiendo menos del 5% de decaimiento luminoso a altas temperaturas de 200℃, lo que los convierte en una opción ideal para la iluminación LED de alta potencia. A través de la optimización sinérgica de materiales y procesos, los fósforos modernos ahora pueden operar de manera estable durante más de 5000 horas en un entorno de 180℃.